viernes, 15 de julio de 2016

«Piensa ahora don Gumersindo, en las postrimerías de su jubilación, que el mundo nació degenerado y putrefacto, pero admite que a los veinte años toda persona abriga el convencimiento de que el mundo ha de mejorar, de que camina hacia su arreglo definitivo e incluso considera que el destino de la juventud no es otro que colaborar en la reparación. Probablemente, dice, la cima de la madurez coincida con el deslumbramiento fatal de lo irremediable, con el luminoso panorama de la desolación humana definitiva […]»

Gonzalo Hidalgo Bayal, El espíritu áspero, Barcelona, Tusquets, 2009

 
 
El profesor Hidalgo Bayal mantiene desde hace años un interesantísimo blog: aquí.

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