martes, 28 de junio de 2016

Andan los libreros de Velintonia libros algo tristes y enfadados. Sin embargo, no nos falta nuestro amparo, el refugio de nuestra vapuleada razón, nuestra manera de protección. Nuestro p'alante. Y os recomendamos dos textos:
 
La servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie:
 
 
«Póngase cincuenta mil hombres para combatir contra otros cincuenta mil; dispóngase la batalla y llegue el momento de acometerse, los unos peleando por su libertad y los otros para arrebatársela; ¿a favor de qué partido se prevé la victoria? ¿Cuáles irán más animosos al combate, los que aspiran al mantenimiento de la libertad en recompensa de sus sacrificios, o los que van a derramar su sangre para vivir en esclavitud? Los primeros fijan la vista en la felicidad de su vida pasada y en la esperanza de un lisonjero porvenir; tienen en nada las privaciones y penalidades inseparables de la guerra, comparándolas con los males que la servidumbre acarrearía a ellos, a sus hijos y a toda su posteridad. A los segundos no hay cosa que los anime salvo una miserable codicia, incapaz de hacer frente al peligro y que nunca puede ser tan ardiente que no la apague una sola gota de sangre manada de sus heridas.»; y
 
Tratado de la servidumbre liberal. Análisis de la sumisión, de Léon Beauvois:
 
«[...] habiendo sido infectados los sistemas democráticos por el liberalismo con una forma renovada del virus de la servidumbre voluntaria [...] Las connotaciones un tanto ideales de la palabra democracia parecen fascinarnos lo suficiente como para dispensarnos de realizar una evaluación formal de nuestro funcionamiento político.»
 
 
Y un poema de Jaime Gil de Biedma:
 
Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.

Jaime Gil de Biedma

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