jueves, 23 de julio de 2015

Paul Strand

Hoy venimos con una sorpresa: el catálogo de la exposición de Paul Strand que se celebra en Mapfre hasta el 23 de agosto.
 
Aunque hizo incursiones en el cine, Paul Strand (Nueva York, 16 de octubre de 1890 - Orgeval, Francia, 31 de marzo de 1976), de familia inmigrante de Bohemia, (República Checa), es conocido por ser uno de los fundadores de la llamada «fotografía directa» o «fotografía pura» junto a Alfred Stieglitz y otros fotógrafos.
 
El primero que llegue...
 
 
            
Susan Thompson, 1945
 
 
Wall Street, Nueva York, 1915

lunes, 20 de julio de 2015

Alejo Carpentier

Como si de un juego de azar o burla de la realidad se tratara, en Velintonia libros nos hemos encontrado reunidos tres autores hispanoamericanos (entre otros, sí) que se conocieron en París; hecho que modificó, probablemente, su escritura. No salieron indemnes de su contacto con la vanguardia europea. Nos estamos refiriendo a Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri y Alejo Carpentier.
 
 
ALEJO CARPENTIER (1904-1980)
 
Pueden consultar su biografía aquí, pero sobre todo les recomendamos una lenta visita a la página de su Fundación, con interesantes y variados artículos actualizados frecuentemente (aquí).
 
Si nos gustara o aceptáramos el término perfección literaria —que ni admitimos ni nos gusta—, Carpentier figuraría en su nómina, por tratarse de un autor de una vasta formación cultural que no deja fuera ninguna de sus expresiones (historia, geografía, tradiciones, música...). Esta rica base le sirve para proyectarla sobre América Latina e interpretar de una manera otra su supuesta realidad. Los movimientos de vanguardia que conoció en París, sobre todo el surrealismo, representaron un papel muy importante en sus ideas estéticas y filosóficas que recoge en un breve texto titulado «Lo real maravilloso de América», que prologa una de —en nuestra opinión— sus mejores novelas, El reino de este mundo.
 
Pero la que hoy nos ocupa es La consagración de la primavera (1978). Enrique, alter ego de Carpentier, es un joven cubano de buena familia que viaja por México, París y Alemania para distraer su exilio durante  la dictadura de Gerardo Machado. Recala en España durante la Guerra Civil y aquí conoce a Vera, una bailarina rusa que reencontrará en París y con la que vivirá, perseguidos ambos, en La Habana durante el régimen tiránico de Batista. En resumen, se trata de una novela histórica de compromiso social y político escrita con un ritmo exquisito, propio del gran musicólogo que es Alejo Carpentier. Un amable y apasionado erudito. Escuchen, si no nos creen:
 
... Cuando ahora despertaba, tarde en la mañana, tras de un sueño denso y pastoso, conseguido con somníferos, regresaba a un mundo intolerablemente desprovisto de sentido. Todo me parecía ajeno, deshabitado, huero, inerte, irritante, inútil, sin valor ni calidad, en un aire que no podía respirarse por dos bocas. Había enmudecido el cotidiano —y tan grato— contrapunto de abluciones, grifos abiertos, pomos movidos, pasos ligeros, respiro de llamas azules en la cocinilla de gas, bajo un globo de vidrio donde ya burbujeaba un café, recibido de Cuba, que me devolvía, por unos segundos, el ámbito de mi infancia —"C'est alors que l'odeur du café remonte l'escalier", había escrito Saint-John Perse en sus admirables Elogios. Sólo en el recuerdo quedaban los graciosos escorzos de un cuerpo desnudo en busca de zapatillas, extraviadas bajo la cómoda; las risas y luchas por la posesión de una esponja, por la convivencia en el área de un espejo —yo, tratando de afeitarme por sobre su hombro, ella desalojándome a codazos para peinarse; los imposibles intentos de coexistencia de ambos en el agua jabonosa de una bañadera harto estrecha para tales acomodos. Había días en que, al regresar a mi cotidiana soledad, aún amodorrado, buscaba, con el brazo derecho, la tibieza de un talle dormido, hallando sólo la frialdad de sábanas desertadas, y ante el yermo de mi propio cuerpo, puesto en aislada y estúpida unicidad, me alzaba sobre el encogimiento de mi agobio hallándome tan vacío por dentro como vacío hallaba el espacio de mi vivienda. No podía ser quien era cuando no amanecía mirándola en su profundo sueño —acaso colmada por el largo y ascendente ritual que, horas antes, la hubiese vencido— que implicaba (tal era su estilo) un increíble desorden de almohadas revueltas, abrazadas, medio colgantes fuera de la cama, caídas al suelo, puestas entre las rodillas —siempre donde no les tocara estar.
 
Alejo Carpentier, La consagración de la primavera (edición al cuidado de Martí Soler, portada de Anhelo Hernández), siglo xxi, México, 1981 (12ª edición).
 
 
Otras obras del autor:
 
NARRATIVA
 
«Viaje a la semilla» (relato, 1945). Don Marcial, marqués de Capellanías, realiza un viaje hacia atrás en el tiempo hasta el útero materno gracias a la brujería de un anciano negro.
 
El reino de este mundo: narra los acontecimientos históricos ocurridos en Haití entre 1757 y 1820. La rebelión de Mackandal —brujo negro, licántropo y luego figura sobrenatural— contra el poder francés. Las alucinaciones de Henri Christophe —rey negro embrujado por vudú, al igual que Paulina Bonaparte—. El narrador es ti Noel, esclavo negro también seguidor del vudú, lo que hace mágico y mítico todo el relato.
 
Los pasos perdidos (1953). De nuevo, un viaje en el tiempo. Esta vez físico, espiritual y cultural. Un músico, asqueado de la cultura occidental, emprende un viaje hacia la tierra de sus ancestros en busca de unos instrumentos musicales. El itinerario acaba convirtiéndose en el encuentro con el Génesis, encarnado en la selva amazónica: espacio fuera del tiempo.. Se trata de despojarse de siglos de cultura para lograr vivencias auténticas. Y de trasladarlas al terrero artístico, como no podía ser de otra forma tratándose de Carpentier.
 
El siglo de las luces (1964): basada en la figura de Victor Hugues. La novela recrea el pasado colonial de la isla de Guadalupe durante el siglo XVIII.
 
El recurso del método (1974), Concierto barroco (1974) y El arpa y la sombra (1979)
 
ENSAYO
 
Entre otros: La música en Cuba (1946), América Latina en su música (1975). Letra y solfa (1975), Razón de ser (1976), Afirmación literaria americanista (1979), Bajo el signo de Cibeles. Crónicas sobre España y los españoles (1979),  El adjetivo y sus arrugas (1980), El músico que llevo dentro (1980)

En Velintonia también tenemos uno de los volúmenes dedicados a la recopilación de estos ensayos:


Para escribir esta entrada hemos tenido ante los ojos Historia de la literatura hispanoamericana, de Teodosio Fernández, Selena Millares y Eduardo Becerra. Gracias, maestros.

sábado, 18 de julio de 2015

18 de julio

 
El niño volvió la cabeza hacia el ayuntamiento: dos guardias civiles traían a una mujer que apenas se defendía, sin dar gritos, seguida por una reata de chiquillos.
     Sabía quién era la mujer. Decían que era la más pobre del pueblo. Vivía con sus críos en una chinera abandonada, se llamaba Concepción (Concha en diminutivo), no tenía marido -sus hijos no conocían a su padre o a sus padres-; era trapera pero trabajaba donde podía, había tenido la sensatez de cerrar los ojos cada vez que se abría de piernas ante un hombre. Toda su prole se le parecía, una suerte para los padres desconocidos.
     La pareja de guardias civiles y la trapera desaparecieron dentro del ayuntamiento. Hubo un gran silencio. Un grupo de curiosos se formó en el porche, pero se hicieron atrás ante los fusiles. Entonces asomó por la plaza la hija mayor de la pobre del pueblo. Llorando. Explicó que, aquella mañana en la factoría del esparto, su madre había discutido con el factor Vicente, ladrón por naturaleza (vox populi), había despotricado en su contra, y en caliente, había metido en el mismo saco y propinado injurias al alcalde, al juez de paz y al papa de Roma, ladrón por naturaleza, él también (esta vez: vox Dei). [...] En unos minutos, la mitad del pueblo se agolpaba a las puertas del ayuntamiento. Sobre todo mujeres, que daban rienda suelta al chisme mientras recomendaban a la pobre chica que se secara las lágrimas. El niño buscó con la mirada a la madre y a las hermanas, pero no, no estaban en el compacto paquete de faldas y pañuelos.
     [...]
     El niño no habría podido decir cuánto tiempo duró aquella espera angustiosa, pero tenía la impresión de que hacía más de un siglo, como decía la madre. Al cabo de un rato, la gente se echó de pronto en oleada hacia atrás. Como al ver algo atroz. Las mujeres se taparon la cara con las manos, los hombres volvieron la espalda. Hombres y mujeres como agobiados por un peso insoportable.
     Con ojos atentos, que se achicaron hasta hacerse minúsculos, el niño escudriñó la puerta del ayuntamiento. Vio salir a la pobre del pueblo, Concha la trapera. Sola, la cabeza monda como una piojosa. Temblaba. Los brazos colgándole a lo largo del cuerpo como harapos. En sus pupilas, el desvarío había suplantado la mirada. Pero no lloraba. No veía a nadie.
     El hermano mayor lo apretó contra sí, su ancha mano de hombre tapándole la cara para que no viera ese acto autoritario que los vencedores llamaban un acto de justicia. Pero él lo vio. El niño vio a la gente irse deprisa, huyendo de la pobre del pueblo, de la mujer rapada, Concha la trapera. Él sentía ganas de vomitar, lloraba de impotencia. [...] La mirada humilde se posaba con frialdad en la más humilde del pueblo, Concha la trapera, rapada [...] Ésta, la mujer rapada, miraba huir a la gente. Poco a poco, pareció que venía en sí. Se puso roja, luego lívida. Esa gente con la que había vivido toda la vida la abandonaba. El niño sintió su vergüenza como una acusación. [...]
     Él, mota de polvo en un universo solitario, se acercó a la mujer rapada y le tendió la mano, a la que se agarró como una náufraga. Caminaron juntos, la mujer rapada y el niño. Un niño de seis años que, en ese día de barbarie, deseó un sino duro para su pueblo; para todos, vencedores y vencidos.
 
Agustín Gómez Arcos, El niño pan (traducción y prólogo M. Carmen Molina Romero), Barcelona, Cabaret Voltaire, 2011.

martes, 7 de julio de 2015

Varios poemas de Sophia de Mello Breyner Andresen

Promesa

En el claro paisaje esencial y pobre
Viviré según la ley de la libertad
Según la ley de la exacta eternidad

Promessa

Na clara paisagem esencial e pobre
Viverei segundo a lei da liberdade
Segundo a lei da exacta eternidade.



Poema de amor de Antonio y Cleopatra

Por tus manos medí el mundo
Y en la balanza pura de tus hombros
Pesé el oro del Sol y la palidez de la Luna.

Poema de amor de António e de Cleopatra

Pelas tuas maos medi o mundo
E na balança pura dos teus ombros
Pesei o ouro do Sol e a palidez da Lua.



Que ninguna estrella queme tu perfil
Que ningún dios se acuerde de tu nombre
Que ni el viento siquiera pase donde pasas.

Para ti yo crearé un día puro
Tan libre como el viento y repetido
Como florecen las olas ordenadas.

Que nenhuma estrela queime o teu perfil
Que nenhum deus se lembre do teu nome
Que nem o vento passe onde tu passas.

Para ti eu criarei um dia puro
Livre como o vento e repetido
Como o florir das ondas ordenadas.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Antología poética (traducción de Carlos Clementson), Madrid, Huerga y Fierro, 2000

Un poema de Martín López-Vega

¿Y si esistiere dafechu? La piedra
tantu tiempo buscada polos alquimistes,
la piedra de la quimera, la suañada, la qu'esiste
ensin duldes y nun somos quien a atopar.
¿Y si apaeciere de sópitu un día?
Colgada d'un árbol, como frutu prometíu,
tres la última curva de qué Camín.
La piedra que camude lo que va siendo
la nuesa vida (cuerpos qu'apaecen,
cuerpos qu'esvanecen; llibros que nos espliquem,
llibros que nos anulen; díes que lleguen, díes que colen)
nel oru d'un entrín
que bien y nunca nun marcha, y nos acompaña
non como hasta agora, pa mancanos,
d'otra manera
que nun sedremos a entender.


¿Y si existiera realmente? La piedra
tanto tiempo buscada por los alquimistas,
la piedra de la quimera, la soñada, la que existe
sin duda y no somos capaces de encontrar.
¿Y si apareciera de pronto un día?
Colgada de un árbol, como fruta prometida,
tras la última vuelta de qué camino.
La piedra que transforme lo que va siendo
nuestra vida (cuerpos que aparecen,
cuerpos que desaparecen; libros que nos explican,
libros que nos anulan; días que llegan, días que marchan)
en el oro de un instante
que viene y no marcha nunca, y nos acompaña
no como hasta ahora, para hacernos daño,
de otra manera
que no nos es dado entender.

Martín López-Vega, «Piedra filosofal», en Otra vida. Poemas en asturiano (1996-2004), Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008

Un poema de Ángel González

Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.
   
¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?
  
No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:
                       
nada es lo mismo.
                  
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

Ángel González, "Nada es lo mismo", en Grado elemental (1962)

Libros que podéis encontrar en Velintonia...









sábado, 4 de julio de 2015

Razones para la lectura (Constantino Bértolo)

Para ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entre la gente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.

Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.
 
Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la “cita a ciegas” (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga).
 
Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste, echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pie quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.
 
Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.
 
Porque entre todos los libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.
 
ESTE TEXTO RECIBIÓ EN EL AÑO 2009 EL IX PREMIO PERIODÍSTICO SOBRE LA LECTURA CONVOCADO POR LA FUNDACIÓN SÁNCHEZ RUÍPÉREZ

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Hoy en Velintonia Libros...

Atalaya moyanera

Desde el privilegiado espacio de la caseta se ve pasar la vida (o sea, en Moyano suceden cosas como los catalanes hacen cosas. Algo así). Habrá un día en que incluso se vendan libros. Los libreros lo vemos venir.
 
Por ejemplo, el pasado 24 de mayo, AHORA MADRID celebró en la Cuesta los buenos datos obtenidos por su plataforma:
 
 
El domingo 21 de junio, finalizó en nuestra querida Cuesta la carrera Norte-Sur:


El 27 de junio, concentración de apoyo a Grecia:


Y sin embargo, en Velintonia no nos cansamos de decir:


Dicho sin acritud, pues siempre será bienvenida la conversación de los amigos, el debate respetuoso e inteligente, la lucha por la justicia y un larguísimo etcétera que iremos detallando... Si nos atienden.
He nacido una noche de verano
entre dos pausas. Háblame: te escucho.
He nacido. Si vieras qué agonía...
representa la luna sin esfuerzo.
He nacido. Tu nombre era la dicha.
Bajo un fulgor una esperanza, un ave.
Llegar, llegar. El mar era un latido,
el hueco de una mano, una medalla tibia.
Entonces son posibles ya las luces, las caricias, la piel,
el horizonte,
ese decir palabras sin sentido
que ruedan como oídos, caracoles,
como un lóbulo abierto que amanece
(escucha, escucha) entre la luz pisada.


Vicente Aleixandre, "Mi voz", en Espadas como labios (1930-1931), Buenos Aires, Editorial Losada, 1977 (3ª edición)