viernes, 22 de julio de 2016

No me resigno. Y sigo y sigo. Y si
caigo, gozosamente en pie, prosigo
y sigo. Si queréis seguirme,
ahincad el paso y escuchar el mío.

Eché la noche por la borda. Al borde
del vértigo, viré y cambié de sitio.
Hoy hilo, hilo a hilo, la esperanza
a ojos cerrados, sin perder el hilo.

Allá voy voceando paz (a pasos
agigantados, avanzando a brincos
incontenibles). Si queréis seguirme,
ésta es mi mano y ése es el camino.

Blas de Otero, «Virante», en Ancia, Madrid, Visor, 2000

sábado, 16 de julio de 2016

El gran inquisidor
 
Señor, guarde silencio o le cerramos la boca
de un latigazo.
Se la inutilizaremos bajo el hierro candente.
Con las tenazas de la Ley retorceremos su lengua.

No nos haga llegar a los extremos.
Guarde silencio. Cállese. No hable.
Al Juez no se le juzga.
Él imparte Justicia, decide todo.
Es la Mente que piensa por nosotros.

En cambio usted no es nadie, no sabe nada.
Se llama simplemente el acusado.
Qué soberbia aspirar a defenderse.

¿Supone que en el valle de Josafat
se atrevería a increpar a Dios Padre
por la forma tan justa en que creó este mundo?

¿Se da usted cuenta? Es el culpable de un crimen.
No sabrá cuál, no sabrá cuál,
morirá sin saberlo.
Debe pagar por ello. Y de qué manera.

No, no: no abra la boca. No interrumpa.
Respete al Juez y su Alta Investidura.
Es la Ley, se halla aquí para juzgarlo.
Está en peligro de volverse reo
de Lesa Majestad. Acepte y calle.

¿Desea, señor, que pierda la paciencia?
No me obligue a salir de mis cabales.
Añadiré a su cuenta de pecados
el delito nefando de blasfemia.

No me venga con cuentos de derechos humanos.
Usted ya no es humano: es el enemigo.
Vea en esta faramalla un pretexto formal
que disimula y cubre el expediente.

Dentro de unos instantes ofrendaremos su cuerpo
en el altar del Bien, la Bondad y el Orden Fraterno.


José Emilio Pacheco, El silencio de la luna, Valencia, Pre-textos, 2003

viernes, 15 de julio de 2016

«Piensa ahora don Gumersindo, en las postrimerías de su jubilación, que el mundo nació degenerado y putrefacto, pero admite que a los veinte años toda persona abriga el convencimiento de que el mundo ha de mejorar, de que camina hacia su arreglo definitivo e incluso considera que el destino de la juventud no es otro que colaborar en la reparación. Probablemente, dice, la cima de la madurez coincida con el deslumbramiento fatal de lo irremediable, con el luminoso panorama de la desolación humana definitiva […]»

Gonzalo Hidalgo Bayal, El espíritu áspero, Barcelona, Tusquets, 2009

 
 
El profesor Hidalgo Bayal mantiene desde hace años un interesantísimo blog: aquí.

jueves, 14 de julio de 2016


En Zenda, Miguel Munárriz publica un artículo titulado 101 libros para leer antes de morir. No tengamos en cuenta la hipérbole tumbafílica (en ambos sentidos) y hagamos nuestra propia lista. Es un buen ejercicio veraniego.
«No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o de filo para cortarlo».

Javier Marías, Tu rostro mañana (1. Fiebre y lanza)

miércoles, 13 de julio de 2016

«Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía. Estaba en paz conmigo mismo. Mudo y en paz. Pero de improviso surgieron las cosas. Ese joven envejecido es el culpable. Yo estaba en paz. Ahora no estoy en paz. Hay que aclarar algunos puntos. Así que me apoyaré en un codo y levantaré la cabeza, mi noble cabeza temblorosa, y rebuscaré en el rincón de los recuerdos aquellos actos que me justifican y que por lo tanto desdicen las infamias que el joven envejecido ha esparcido en mi descrédito en una sola noche relampagueante. Mi pretendido descrédito. Hay que ser responsable. Eso lo he dicho toda mi vida. Uno tiene la obligación moral de ser responsable de sus actos y también de sus palabras e incluso de sus silencios, sí, de sus silencios, porque también los silencios ascienden al cielo y los oye Dios y sólo Dios los comprende y los juzga, así que mucho cuidado con los silencios».
 
Roberto Bolaño, Nocturno de Chile, Barcelona, Anagrama, 2000.

 

miércoles, 6 de julio de 2016

 
Hoy, Alimar Martínez estará en #PoesíaOBarbarie invitada por Territorio Moyano leyendo poemas de David González, Ana Pérez Cañamares y Antonio Orihuela

 
Territorio Moyano es un proyecto impulsado por la Dirección General de Bibliotecas, Exposic...iones y Museos para el fomento de la dinamización lectora en la Cuesta de Moyano. Un experimento que se pregunta sin límites creativos “¿Cómo podría ser una calle de Madrid dedicada a los libros y a la lectura?”. Desde 1925 la Cuesta de Moyano es un caso único en el Mundo como calle completamente dedicada a una sola actividad, la compraventa de libros. Territorio Moyano invita a Alicia Martínez Martínez, y nosotros con muchas ganas de escucharla. Estarán desarrollando también los talleres de Collage (Sociedad de Collage de Madrid) y Fanzine (Jose Quintanar) desde las 17h.
 



martes, 5 de julio de 2016

Mañana, miércoles 6, a las 20:00 h., en la Cuesta de Moyano

 
II Aniversario Poesía o Barbarie
 

ENTRADA GRATUITA

Invita a tus colegas al evento, que se entere todo el mundo.

Miércoles 6 Julio / Cuesta Moyano (Veranos de la Villa) / MARWAN, Adriana Bañares, Carlos Salem Sola, Rayden, Alimar Martínez X Territorio Moyano.

 

sábado, 2 de julio de 2016

De bares y librerías

¿A que cuando ustedes entran en un bar se piden una caña, o un refresco, o un café, o un pincho de tortilla o un montado de queso o una infusión o...? ¿A que sí? ¿A que cuando entran en un bar hacen eso? ¿A que no entran a ver -o fotografiar- una caña, o un refresco , ni a ver -o fotografiar- un café, un pincho de tortilla, un montado de queso, una infusión, un bocadillo de calamares, una clara con limón, un tinto de verano o a fotografiar a los camareros?

Pues en las librerías, como en los bares. A los libreros nos gustaría que no entraran sólo a vernos (que también), sino que, de vez en cuando, aunque sólo sea para que en la siguiente ocasión en la que usted viniera a vernos pudiéramos seguir abiertos, se llevaran -previo pago, eso sí- uno de los libros de nuestras estanterías.

Que no es demagogia, que no, que es que esto funciona así.

Por si acaso alguien, o unos cuantos, o unos miles piensan que soy un listo por el argumento que les he dado, quiero decir que yo, librero, desayuno todos los días es un bar de mi barrio, y como en ese mismo bar también cada día y suelo tomarme un refresco o una caña también cada día. Y si no llego dinero en ese momento, Marisa, la sueña del bar, me fía. Y al día siguiente, le pago; y no sólo eso, sino que, si puedo, y en señal de agradecimiento,  sin apetecerme mucho, pues me pido algo más para que Marisa haga caja. Y pueda abrir al día siguiente y al siguiente y así. Porque la caja del día (Marisa y yo como tenderos que somos lo sabemos) se hace de poquito en poquito. Porque en los bares, salvo excepciones, nadie se gasta mucho dinero.

Y es ahora cuando volvemos a las librerías.

¿A que os gusta la mía? Las fotos de Marx, la de Pasionaria con el padre Llanos, mi bandera republicana y la bandera con el lema del Atlético de Madrid: Coraje y corazón. Incluso los que no sois ni marxistas, ni republicanos, ni del Atleti. Salvo algún comentario propio de ideologías rancias y altamente casposas, nadie se ha sentido ofendido por mis señas de identidad. ¿Y sabéis por qué? Porque las tengo ahí porque forman parte de mí, configuran a Javier, librero de Moyano. Sin ánimo de ofender a nadie.

Pues bien, si además de pareceros bonita mi librería, pasquines aparte, y algunos de mis libros os resultan interesantes, os gusta cómo los coloco o, por lo que sea, vais a tener que rascaros un poco el bolsillo, un poco sólo, como hago yo cuando entro en el bar de Marisa, porque es la única forma de que Velintonia libros siga abierta.

Los que me conocéis bien sabéis de mis profundas convicciones antirreligiosas, radicalmente ateas, vamos. ¿Que por qué digo esto? Porque el Dios en quien todavía unos cuantos de vosotros creéis no va a venir a salvarme el culo ni, por supuesto, a comprarme ningún libro.

En estos tiempos en que me ha tocado vivir, que por tantas y tantas razones no me gustan, la responsabilidad de que los pequeños bares, las pequeñas librerías, las tiendas de barrio, eso que hemos dado en llamar pequeño comercio, no cierren; la responsabilidad, digo, es nuestra y sólo nuestra.

En el caso de la Cuesta de Moyano, no podéis permitiros el lujo de mirar para otro lado porque vuestra vida será un poco, sólo un poco, más triste si nosotros no estamos.

Yo, que ando liado conmigo mismo, con mis contradicciones, con mis demonios, cuando vengo de vacaciones a mi pueblo de adopción, como ahora mismo, en este instante, me gusta ir al bar de Rubén a desayunar, al de Teresa a comer (es el mismo), al chigre a tomarme una caña y, por supuesto, cuando me dejo caer por Luarca, en todos y cada uno de los viajes que he hecho a Asturias, voy a ver a los libreros de la localidad y no salgo de su librería sin un par de libros bajo el brazo. Porque cuando vuelva, en unas semanas, en unos meses, quiero que siga ahí, abierta, haciéndole frente al mundo absolutamente enloquecido en el que vivimos.

Termino. Esta mañana, una de las veces que he hablado con Alicia, hemos empezado y acabado tratando de libros:

Molina, que quiero los Ensayos de Montaigne, que ya te lo había dicho alguna vez, pero que te lo digo otra porque, verás, con esto de los resultados de las elecciones estoy releyendo Discurso de la servidumbre voluntaria de La Boètie y resulta que los dos se conocían y que Montaigne incluyó el Discurso en sus Ensayos y que eran amigos y...

 Vísperas de otro espantoso verano español. El calor acecha y no hay manera humana de escapar. Reconforta hablar de filosofía, de Montagine, de Le Boètie... de libros, de bares, de librerías, de libreros, de gente que vale la pena.

Otro día hablaremos de la gente indecente que lo es por votar a gente que se presenta a elecciones a sabiendas de que son ladrones casi desde la cuna. Eso, en el lenguaje de la administración, es prevaricar. En el lenguaje de la calle es indecencia.

Cadavedo, 28 de junio de 2016